sábado, 19 de junio de 2010

Historia de la Champeta

Ahora que la llamada champeta urbana anda por los cielos de la discografía en Colombia, después de más de 35 años de estar semana tras semana, año tras año, divulgando las mejores piezas musicales que se crean en Cartagena y sus alrededores, es justo dar a conocer ante el mundo el nombre de la persona que prácticamente fue la que ‘parió’ a esta criatura llamada El Rey de Rocha.
Se llama Ángela Arias Puerta, la mujer que hace más de tres décadas tuvo la visión de crear un equipo de sonido, con dos pequeñas cajas, un amplificador y un tocadiscos, y que empezó a sonar en la cantina de ella, ‘La Niña’, en el corregimiento de Rocha. El pequeño equipo lo llamó el Rey de Reyes, pero con el paso del tiempo y después de su traslado a Cartagena tomó el nombre que hoy ‘pone a temblar a los demás’: El Rey de Rocha.

Ella, a quien ya no le dicen ‘La niña’ sino la ‘Patrona’, fue quien se olió el tocino de que esa música africana que llevaban sus hijos que empezaban a estudiar en Cartagena tenía algo que ponía a la gente a moverse.
“Cuando poníamos esa música la gente se volvía como eléctrica, sin que tuvieran que tomarse un trago. Entonces le dije a ellos que siguieran llevando discos porque la gente los pedía”, recuerda Angela. Dicho y hecho. Cada disco nuevo era una fiesta de grandes proporciones en el pequeño pueblo, corregimiento de Arjona (Bolívar), y de ahí, el salto a Cartagena, donde comenzó en los barrios populares como La María, La Esperanza, Olaya Herrera, entre otros.
Ya la pequeña máquina de sonido se fue transformando en un ‘escaparate’ respetable y tenía el aditamento que desde Rocha se trasladaban a Cartagena sus fieles seguidores para seguir la parranda.
“Los rocheros venían a Cartagena con banderas y alquilaban buses enteros para disfrutar del picó, especialmente cuando se realizaban los mano a mano con los locales que estaban mandando la parada, como El Conde, Sabor Estéreo, El parrandero, entre otros”, dice la mujer.
Y así, poco a poco, fue creciendo la leyenda hasta llegar al sol de hoy, transformado en todo una máquina poderosa de sonido, con 80 mil wattios de potencia, 24 bajos de 21 pulgadas y un display, un mixer denon DJ Pionner, 12 cabezas móviles y una pantalla led de 3x2.
Todo en familia
‘La Niña’ Angela, quien enviudó hace ocho años, tiene 7 hijos y 26 nietos, y todos, absolutamente todos, giran alrededor del famoso picó.
“Hagan o no hagan, trabajen ese fin de semana o no trabajen, todos tienen su parte de los producido por el picó”, dice.
“Ese es el secreto que nos mantiene vivos. Aquí nadie puede pelear por plata, nunca ha habido una discordia y todos saben que el día en que eso ocurra cojo el aparato y lo echo al fondo del mar”, dice riendo la dueña.
Y no es poco lo que produce esta máquina de sonido. Según Noraldo Iriarte, conocido popularmente como el ‘Chawala’, y quien se encarga de administrar el picó, ya tiene vendidos los fines de semana de todo el año y de parte del 2016, algo que envidiaría el más exitoso de los cantantes.
También El Rey es la más grande productora de cantantes de champeta de la región. Artistas como Viviano Torres, Luis Tower, Charles King, Melchor Pérez, Afinaíto, Sayayín, Mr Black, Eddy Jey, Papo Man, entre otros, han pasado primero por el visto bueno que le tiene que dar el picó y sus seguidores.
Por eso, cantante de champeta que se respete, primero tiene que llevar sus creaciones para grabarlas en El Rey, y de ahí para ponerlas a consideración del público. Si pega allí, puede considerarse que es un éxito en la radio y en todo el país.
Además, tiene sus propias producciones, con el ‘Chawala’ a la cabeza. Por eso, a ‘La Niña’ Angela le gusta mucho uno de los últimos éxitos que ha producido el propio picó: Para mi fanaticada, que dice, entre sus apartes, que “aquí es la ley, que lo han querido tumbar, pero no lo han podido lograr… Y los envidiosos que se muerdan el codo”, canta ‘La Matrona’.
 Juan Carlos Díaz M.
Corresponsal de EL TIEMPO

Chawala, la mente detrás del Rey de Rocha


Su casa impacta tanto por los elegantes muebles apiñados, como por el color rojo vivo que hay en todas partes. El negro y el blanco juegan en las rayas de un par de cebras que tiene en la mesita de centro de su sala y en la alacena de su cocina. Un poco de amarillo se esconde entre los árboles de uno de sus cuadros y en algunas frutas lacadas que adornan su hogar. “Pónganse cómodas”, dice Chawala. Siento que estiraré la pierna y haré desastres.
Chawala se cambió el look unas dos veces, buscando una camisa que lo representara como artista. Ofreció disculpas por la demora. Preguntó varias veces si estábamos cómodas (a Lorena, la fotógrafa, y a mí). Bromeó y cambió de posición el abanico para que el aire nos alcanzara. Los rizos de mi compañera se revolcaban en su cara mientras decía “ahí me pega. Estoy bien”.
Se llama Noraldo Iriarte Arias y todos en Cartagena hemos oído ese “Chaaawa, chaaawa” en los éxitos de champeta del momento. Antes de hablar de él, quiso hablar de su picó, el imponente Rey de Rocha.
El monstruo de la champeta
Rocha, una comunidad afrorural de Cartagena, vio nacer al “Rey”. Ángela Arias era entonces una ganadera que en consenso con su esposo José Iriarte, envió a sus hijos hasta Cartagena para que estudiaran. Pero el pasatiempo favorito de los hermanos Noraldo y Leonardo en la urbe donde se suponía se educaban, era escuchar una extraña música que los ponía a bailar y a cantar. No sabían qué significaban aquellos gritos entonados que salían de los Lps que compraban, con el producido de la venta del queso que su madre les enviaba cada semana. “Me van a arruinar”, cuenta Noraldo que les decía Ángela.
La música la llevaban en la sangre, porque cuando estos hermanos regresaban a Rocha y ponían los Lps, su madre cantaba y bailaba con ellos, y así se le olvidaba la plata del queso. Ángela compró en el mercado de Bazurto dos “cajas” (de sonido) para animar su negocio de cerveza. El nombre en el empaque no pudo ser más preciso “Rey de Reyes”.
Noraldo recuerda que en los años 85 “habían señores que viajaban a Nueva York, Francia, y Suráfrica para traer discos. Entonces la música africana era lo que se escuchaba”.
Según Noraldo, los compradores de música más populares de la época les vendían los mejores temas a varios picós de Cartagena como El Conde, El Sabor y El Parrandero. “Nos tenían la rosca”, dice. “Veníamos de Rocha y la competencia era así. Un señor apodado “El Flecha” era el que nos traía la música, pero la gente morena lleva más esto en la sangre. Él era de Magangué, era como cachacho y de música no sabía nada. Si compraba por decir 10 discos, 2 discos buenos salían y nos tocaba tirar bastante “canalete”, explica Noraldo.
Trabajó adelantando la revolución de los acetatos “para que fueran más rapiditos”. Gracias a esa experimentación y a lo que podía conseguir en diversas tiendas de música en Cartagena a falta de los éxitos que sí tenían otros picós, el Rey de Rocha empezó a surgir y a crear.
Nació el Chawala
“Hay una canción que siempre ponía en el picó. En la letra decía !Chawala, Chawala! Yo no se ni qué es. El “Compa Fide” me gritaba Chawala. La gente me decía, ¡Chawala, ponte el Chawala!”.
Dejó de ser Noraldo y pasó a ser Chawala, un joven con oído para reconocer la música comercial y exitosa. Ritmo que no cautivaba al Chawala, no se ponía en el picó. La teoría de este hombre de 47 años, sonrisa permanente y ademanes acelerados, es que si le gusta a un niño, es un éxito seguro.

“Si no me gusta la canción no se graba. Me ha tocado sacar a gente del estudio, pero les hablo aparte y les explico. Yo no me creo el mejor pero tengo oído para saber qué disco se va a pegar . Les ayudo tanto en la pista como en la letra. Aporto mi granito de arena”, dice, describiendo su narración con las manos.
En Cartagena se metieron ritmos como la terapia, la terapia criolla y la champeta criolla. Aparecieron Hernán Hernández, Rafael Chávez, Viviano Torres, Luis Tower, Charles King, Melchor Pérez, Afinaíto, Sayayín, Mr Black, Eddy Jey, Edwin el Maestro y El Encanto. “Todos han pasado por mi mano” cuenta orgulloso Chawala.
De El Rey surgieron temas como El salpicón, La turbina, El pato Donald, El Chavo del Ocho y El perro que habla. Canciones que no eran para cantar, sino para mover el esqueleto. “En ese tiempo no se hacían canciones para tener plata, sino para tener música”.
El auge de la champeta fue tal que Sony Music adquirió canciones como La nubecita y Busco alguien que me quiera, bajo la producción de otro exitoso empresario,Yamiro Marín. “La champeta todo el tiempo ha dado resultado”, continúa Chawala.
La champeta amenaza con perderse
Las grandes disqueras se interesaron en la champeta cartagenera pero dieron un paso en falso. “Se llevaron “el sancocho” para Bogotá, se olvidaron de Chawala y Yamiro Marín, para hacer las producciones allá en la capital, pero le faltaba la “Maggi” de nosotros. Un cachaco no te va a guiar en este ritmo. Pueden ser muy buenos artistas, pero dos cabezas piensan más que una”. Entendible.
El Afinaíto, El Sayayín y hasta Mr Black, cayeron en esas canciones que, según Chawala, “no tenían un Rey de Rocha”. Los años pasaron, las champetas viejas sonaban en el Rey junto al pegajoso y acostumbrado material que sacaban, expresados en volúmenes y las disqueras tardaron años para volver a poner sus ojos en la champeta.
Pero la luz apareció casi al final del túnel con la champeta “urbana”. Kevin Flórez y La invité a bailar, así como Mr Black y Fiesta en la noche, se posicionaron en el mercado.
Ambulante
Chawala describe a El Rey de Rocha “como una emisora ambulante que suena los discos de los artistas cuatro o cinco meses antes”. Es una potente máquina de sonidos con 24 “bajos” de 21 pulgadas y un display, que funciona como el cerebro del picó.
Es normal que existan grabaciones (con mal sonido) de canciones nuevas de la champeta, pues hay quienes las toman en su celular y así las ponen en sus fiestas. De esa manera consiguen “material exclusivo de El Rey”.
Me explica cómo se trabaja en este mundo de la champeta. “Ellos (los artistas) me trabajan la exclusividad. Las cintas son mías y se las alquilo (a Codiscos) durante varios años (con liquidación incluida)”.
“Ángela, Noraldo, Juan David y Leeeeeeo” cantan algunos artistas de la champeta. Ellos son los hijos de Chawala, quienes ya están inmortalizados en “placas” dentro de éxitos del Rey de Rocha.
“Te cuento algo, yo que vivo de esto se que a la champeta no la aguanta nadie, pero no es pegarse, sino mantenerse”, finaliza.

Twister, de la mano de Dios


“Este día es bendito en tu nombre Señor, con pie derecho me levanto”, ora cuando despierta, antes de que su pie derecho toque el piso.
Es la excepción de la regla por ser de tez clara. Twister tiene en su voz ese swing para la champeta que el productor musical Chawala dijo alguna vez que solo tienen los negros. Se llama Israel Gómez Monterrosa y piensa que su nombre bíblico ha sido determinante en su vida.  “A veces pienso que él mismo (Dios) quiso que tuviera ese nombre, para que me sintiera muy agradecido”, opina. ¿Agradecido? Lo está y por mucho. Representa esa “champeta urbana” intangible que ya es ícono de La Heroica.
Hijo de José Gregorio Bustamante y Luz Helena Gómez, Israel disfraza su nombre para los escenarios y para su público. De pequeño peleaba con su madre cuando iban a fiestas porque contrario a otros niños tímidos, él solo quería bailar... y al estilo del Rey del pop, Michael Jackson. “Tenía un cassette y cada vez que había una fiesta, yo quería que mi mamá se lo llevara para poder bailarlo”, recuerda.
AÑOS DE TRABAJO
Como Twister el Rey, sonó en la radio cartagenera desde hace seis años, cuando Noraldo Iriarte, el Chawala, lo acogió bajo su seno, lleno de artistas promesas de la champeta. Sowil Muñoz y Leonardo “El Flaco Iriarte”, también apoyaron su carrera en ascenso. “Empecé con una canción que se llama María Paola, del Volumen 50 del Rey. Fue un éxito a nivel de Costa porque la champeta aún estaba muy local en ese tiempo”, recuerda este artista y Contador Público de la Corporación Universitaria Regional del Caribe (IAFIC).
Vivir el éxtasis de su sonido cartagenero es posible gracias a canciones suyas como La doctora, Si tu no estás, La grúa y muchas más. Ahora para Twister, La espelucá (derivado de un tema en la voz de Luis Tower, titulado La orejera espelucá) se convirtió en la gran puerta de entrada a mucha más gente en Colombia y el mundo. En esta canción en colaboración con el sanandresano Mr Steve, moldean un éxito de antaño para conseguir lo que hasta el momento es una de las canciones más populares en radios y discotecas del país.
Twister hace parte de ese “boom de la champeta urbana” que estalló hace un par de años en Colombia, y que surgió alejada de la champeta “criolla” que precedió a la africana y la terapia. “Me enorgullece mucho hacer parte de esto porque era algo por lo cual estaba soñando y trabajando. A veces uno se siente en algunas partes de la carrera como que no encuentra el apoyo, pero hay que ser muy perseverantes”, enfatiza. Los logros llegan en el tiempo dispuesto por Dios, por lo menos eso considera el artista.
UN LARGO VIAJE
Recorrerá Colombia y le dará paso a uno de los momentos más importantes de su carrera: una gira mundial. “Me siento muy felíz. Estamos en el top 3 urbano nacional y vamos por todo Colombia. Ibagué, Villavicencio, Cali, todo lo que no hemos visitado de Colombia lo vamos a terminar. De allí arrancamos para China en Marzo. También voy para Australia, Miami, New Jersey y New York”, explica, dibujando en el vidrio de la mesa del restaurante decenas de líneas imaginarias, como si el hilo de la historia se conectara a su índice. Su natal Venezuela fue sin embargo, el primer país fuera de Colombia al que llegó con su música, meses atrás.
LA PERSONA
Twister estalla en risa con facilidad y su positivismo puede resultar contagioso. Considera a Dios como ese compañero con quien entabla las más amenas conversaciones. “No le pido que me de las cosas, sino que me brinde claridad sobre lo que debo hacer y así me salen bien”, dice convencido.
Su familia, ahora está compuesta por su esposa, Emily Castañeda, y por sus hijas Isbeth Dayane, de nueve años, Matías José, de un año y medio y la pequeña Emily José, de 4 meses. “Cuando es trabajo es trabajo y si no hay trabajo, trato de no afanarme con más obligaciones para que me quede tiempo con mi familia”.
Twister es un término en inglés que significa tornado. Una amiga durante un curso de idiomas, llegó una mañana diciéndole así. “Ella decía que yo iba arrasando con todo, que era muy necio, que buscara el significado de la palabra”, recuerda. Decidió que era por mucho, el mejor nombre artístico que podía tener.
Ya se acostumbró a que sus fans le agarren el “pito” y las “pompas” como él mismo expresa con términos poco costeños. Opina que un artista debe manejar con madurez estas situaciones. “Varias veces me han besado en la boca, uno qué puede responder. Soy una persona muy calmada y no me gusta crear controversia o bochinche. No soy grosero y para qué salir con groserías, si se crea un ambiente de mala fama y eso es lo que menos le conviene a uno como artista”, opina el artista, firme en su pensamiento.
De voz pausada y tranquila, disfruta pararse en escenarios repletos de fanáticos que corean sus canciones a todo pulmón. “Me gusta la champeta porque es algo muy autóctono, yo digo como buen nacionalista que uno siempre debe apreciar sus raíces. Puedo cantar cualquier tipo de música, pero soy cartagenero y necesito defender algo”.

No hay comentarios:

Publicar un comentario